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Cultura y patrimonio

  1. Edificios religiosos
  2. Edificios civiles
  3. Restos y yacimientos arqueológicos
  4. Elementos populares y vernáculos


Edificios religiosos

Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción

La secuencia constructiva de este edificio y el rico patrimonio que atesora es fiel reflejo de la historia de nuestra localidad en sus últimos cinco siglos. La parroquia de Santa María de la Encarnación de Adra, erigida en 1501, perteneció a la diócesis granadina hasta 1957. Su primera iglesia, una de las siete levantadas en Las Alpujarras antes de 1530, se reducía a una nave cubierta con armadura y torre a los pies.



El aumento de población que se produce con la pesca de jábega y la introducción del cultivo de caña de azúcar, hizo que en 1591 el arzobispo Pedro de Castro decidiera su ensanche, concluido en 1599, que consistió en adosar a la iglesia una cabecera de concepción contrarreformista. Las cubiertas se resolvieron, para evitar que se incendiasen en un ataque, con bóvedas de ladrillo y sin tejados.


El asalto de una flota turco-berberisca en 1620 confirmó los peores temores: la iglesia fue saqueada e incendiada. Pero el arzobispo Galcerán Albanell acudió de inmediato a su reparo y decretó que se hiciera un parapeto “para que la gente que subiere a lo alto de la iglesia esté segura de los moros”. La obra, ejecutada entre 1621 y 1623, consistió en dos antepechos, uno que circundaba las bóvedas de los brazos del transepto y capilla mayor, y otro ochavado sobre el crucero, con dos saeteras en cada lado. Con esta intervención, la iglesia adquirió una configuración de fortaleza.


En la segunda mitad del s. XVIII se acometió una nueva ampliación mediante el derribo de la primitiva iglesia y la construcción de las tres naves actuales. Fue aumentada en profundidad la capilla mayor, así como la sacristía, al tiempo que se erigió una nueva torre en la cabecera.


A comienzos del s. XIX se construyó el camarín de la Inmaculada Concepción, nueva titular de la parroquia, que desde el s. XVI gozó de gran devoción en Adra, y se reconstruyó la torre, derrumbada por los terremotos de 1804. Las intervenciones posteriores, hasta la restauración acometida a finales del pasado siglo, en poco cambiaron ya su fisonomía.



Ermita de San Sebastián

Erigida en honor del santo protector contra la peste, en la ladera meridional del “monte de Christo”, solar de la antigua Abdera, bajo el pavimento del espacio que le precede se conserva parte de una factoría de salazón de pescado de época romana.


Se sabe que en 1591 se encontraba con el techo roto, lo que permite sospechar que existía antes de la rebelión de los Moriscos de 1568. Su reedificación en 1680 guarda relación con el cese de la epidemia de peste que asoló Adra el año anterior.


A mediados del s. XVIII fue ampliada por la cabecera y reconstruida la nave. Coincidiendo con estas obras, el sacerdote abderitano José Valverde Carreño, que fue capellán y contador del Sacromonte granadino, colocó numerosas lápidas romanas en la portada, junto con unas huellas grabadas procedentes de las murallas y atribuidas a San Tesifón. Además del emplazamiento de tales huellas, también se cambió el supuesto origen de las mismas: en 1794, Castañeda Godoy anota que el apóstol Santiago estampó sus plantas en esta piedra, “para dejarnos una señal nada equívoca de su venida”.



Bajo las huellas, se conserva una inscripción latina con texto de San Pablo (Romanos, 10-15) y de Isaías (52-7): “Qué hermosos son sobre los montes / los pies del mensajero / que anuncia la paz / que te trae la buena nueva”.

Apoyándose en el prestigio de los restos arqueológicos de Abdera, se intentó así legitimar la tradición del desembarco de Santiago y los Varones Apostólicos en nuestra población. Las lápidas auténticas y falsas, colocadas en un mismo espacio, servían para confirmar la autenticidad de un glorioso pasado sagrado.


En 1941, al restaurar la ermita los armadores y pescadores abderitanos, la mayoría de aquellas lápidas fueron trasladadas al Museo Arqueológico de Almería. Como en tantos otros casos, la devoción a San Sebastián fue desplazada por una advocación mariana. En la actualidad, el retablo mayor está presidido por la imagen de la Virgen del Mar, patrona de Adra.


Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de las Angustias, La Alquería

El monumento más destacable es la Iglesia Parroquial de La Alquería, dedicada a Nuestra Señora de las Angustias. Fue fundada hace mucho tiempo como una mezquita musulmana, y se reconvirtió al cristianismo, siendo una iglesia dedicada a Santa María hasta mediados del s. XVIII. Fue incendiada en 1570 por los moriscos. Debido a los daños recibidos, tuvieron que reconstruirla hacia el S XVIII, con ayuda de la familia Salmerón, a la que hicieron tallas en el interior de la iglesia.


Ermita de San Isidro (s.XVIII), Barranco de Almerin


Edificios civiles

Arquitectura militar


Restos del recinto amurallado de la Villa de Adra

Este recinto fortificado fue mandado construir por la reina Juana en 1505, aunque su conclusión definitiva se dilató varias décadas, dentro de la política de control y defensa de la costa del reino de Granada impulsada por los Reyes Católicos.

Su función consistía en defender el litoral, la nueva frontera cristiana tras la conquista del reino de Granada, y se pobló trasladando población desde el interior a la costa y estimulado el asentamiento de cristianos viejos mediante una serie de privilegios fiscales.



Durante los siglos XVI y XVII Adra será el objetivo de la piratería berberisca y turca, resistiendo varios asaltos y saqueos desde estas murallas.

Declarada Bien de Interés cultural con la categoría de monumento, la muralla fue restaurada por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en el 2008.



Adra, llave de la alpujarra:

El recinto amurallado presentaba planta de hexágono irregular, con un perímetro de 475m, cuatro torreones redondos y tres rectangulares reforzando las esquinas.


Las soluciones arquitectónicas de defensa activa se concretan en un camino de ronda bordeado por un parapeto de tapial y ladrillo con saeteras, que corona todo el perímetro, y troneras en la parte inferior de la muralla y torres. Contaba con dos puertas: la llamada del Mar, defendida por un revellín o muro bajo que impedía que fuera batida por la artillería desde el mar; y la denominada Puerta de Tierra o del Campo, localizada en la Plaza Vieja (hoy de Ortiz de Villajos), defendida por una torre inmediata.


Dentro del recinto destacaba el castillo, de planta rectangular y unos impresionantes muros de unos 15m de altura. Presentaba un patio de armas y una plataforma de artillería para instalar 10 ó 12 cañones. La Torre del Homenaje, denominada el Macho, estaba dotada de puente levadizo.


Recinto fortificado y presidio

Los aportes de los sedimentos del río alejaron las aguas del mar de la muralla y en 1833 era declarada inútil por el Gobierno por no servir para el alcance de los cañones. En 1853 se autorizó su derribo. Su última función será cárcel, y finalmente como cantera para materiales de construcción.


Durante el siglo XVI se convirtió en presidio, es decir, en acuartelamiento de tropas permanente que tenía por cometido impedir los desembarcos de los piratas norteafricanos en territorio alpujarreño. Este “murado y cerrado presidio” resistió los ataques dirigidos por Aben Humeya y, en el verano de 1569, fue el cuartel del impresionante ejército del marqués de los Vélez y el punto de inicio de su última y decisiva campaña contra los alzados.


Sin embargo, este dispositivo militar no pudo impedir que, el 14 de octubre de 1620, Adra fuera saqueada por una flota turco-berberisca. Los supervivientes se refugiaron en la Torre del Homenaje del castillo, y al día siguiente, las milicias de socorro de las poblaciones vecinas obligaron a reembarcar a los asaltantes. En la iglesia parroquial, que también fue incendiada, se construyó sobre las cubiertas de la cabecera un antepecho con saeteras para que los vecinos se pudieran defender.


Torre de la vela

Los aportes de los sedimentos del río alejaron las aguas del mar de la muralla y en 1833 era declarada inútil por el Gobierno por no servir para el alcance de los cañones. En 1853 se autorizó su derribo. Su última función será de cárcel, y finalmente como cantera para materiales de construcción.



Torreón de Olvera o Torre del Cementerio

Se trata de uno de los torreones de la muralla de Adra, cuyo objetivo era la defensa de la villa. A mediados del siglo XVII era propiedad, al igual que el desaparecido cubo de la Alcántara, de una de las principales familias de la oligarquía abderitana. Su fábrica es de mampostería con mortero de cal, alternando cantos rodados y piedras de pizarra, y conserva la cámara abovedada y una saetera que defendía el ángulo norte del recinto amurallado.


Torre Vigía de Guainos

Se trata de una clara muestra representativa del sistema defensivo nazarí-castellano, cuyo cometido era la vigilancia costera sobre todo de la piratería berberisca.

Tras la Reconquista, los Reyes Católicos comienzan a fortificar la costa y mandan levantar torres vigía. Varias de estas torres aún permanecen en pie. Quizá la más antigua sea la torre de Guainos.



Refugios antiaéreos de la guerra civil

Desde el 18 de julio de 1936, comienzo de la guerra civil, hasta finales de marzo de 1939, Adra permaneció en la zona controlada por el Frente Popular. Inicialmente fue zona de retaguardia, alejada de los frentes, pero no ajena al devenir de los actos bélicos.


La caída de Málaga, el 8 de febrero de 1937, y de la mayor parte de la costa granadina, situó la línea del frente a tan sólo 38 kilómetros de nuestra población. Un día antes de la ocupación de la capital malacitana, Adra sufrió un bombardeo aéreo que provocó numerosas muertes. Este trágico acontecimiento dio lugar a la construcción de numerosos refugios antiaéreos por todo el núcleo urbano.


Promovidos por las autoridades locales, la realización de refugios públicos contó con el asesoramiento de técnicos militares. Se creó un Comité Local de Defensa Pasiva, que, entre otras funciones, recaudaba fondos entre los vecinos para la financiación de las obras. Los trabajos se prolongaron. El 2 de julio de 1938, las organizaciones de trabajadores del ramo de la construcción solicitaron al Consejo Municipal que se aceleraran las obras que se venían realizando para dar cobijo y protección a la población civil, con las que también se pretendía subir la moral de ésta.


Este refugio, el situado bajo la Plaza Vieja, consiste en una galería, excavada en la roca de pizarra, con planta en forma de U, dos bocas de entrada y 96 m. de largo por 1,5-2 m. de ancho y alto. Como medida defensiva, la galería, más estrecha y baja en los primeros metros, hace un doble recodo para evitar que, en caso de explosión a la entrada, la onda expansiva y la metralla alcancen a los refugiados en su interior.


Aunque los testimonios son contradictorios acerca de un segundo bombardeo, lo cierto es que las alarmas aéreas eran muy frecuentes. La población dejó de acudir finalmente a los refugios por temor a que el hacinamiento y la falta de higiene en ellos provocaran infecciones y contagios.


Arquitectura industrial

Fábrica de fundición de plomo San Andrés

A partir de 1820 la Sierra de Gádor conoció la explotación extensiva de sus ricos yacimientos de plomo. Las industrias más importantes se concentraron en Adra, que era el punto de embarque del metal con destino al mercado europeo. En 1822, la Casa Rein y Cía. construyó en Adra una fundición pionera en la que se introdujeron hornos ingleses alimentados con carbón y en 1827 se instaló la segunda máquina de vapor que hubo en España. En esta fábrica, primera fundición de plomo de la Península, se elaboraban perdigones, planchas y tubos.



Tras su quiebra como consecuencia de la caída del precio del plomo, en 1837 fue comprada por el comerciante malagueño Manuel Agustín Heredia, que la dotó de la tecnología metalúrgica más avanzada de la época, y amplió el proceso productivo al introducir la fabricación de balas, albayalde y minio.



En la década de 1840 abordó la obtención de plata a partir del mineral traído de Sierra Almagrera.

La decadencia de esta fábrica y de las fundiciones dedicadas al beneficio del plomo alpujarreño en general, tiene como causa principal el agotamiento de las minas, cuya producción fue descendiendo lentamente a partir de 1840, hasta su paralización casi total a principios del s. XX.


De este complejo industrial, cuya superficie superaba las 4 hectáreas, se conserva: la Torre de los Perdigones, destinada a la elaboración de perdigones a partir de plomo derretido; la Fabriquilla del Vinagre, el antiguo laboratorio, que recibe su nombre por ser vinagre el líquido utilizado para la copelación de la plata a partir del plomo argentífero; parte de la cámara de condensación para los humos; y la Torre del Humo. La situación alejada de ésta última tenía por objeto evitar que los trabajadores inhalaran las partículas de metal del humo de los hornos, que provocaban la enfermedad conocida con el nombre de “emplomamiento”.



Torre de los perdigones

Este monumento pertenece a la fábrica de fundición de plomo San Andrés, que funcionó desde 1822 hasta su decadencia en 1840 y que tiene como causa principal el agotamiento de las minas de plomo de la Sierra de Gádor, cuya producción descendió lentamente hasta su paralización casi total a principios del s. XX.


De este complejo industrial formaban parte la Torre de los Perdigones, la llamada Fabriquilla del Vinagre y la Torre del humo. La primera estaba destinada a la elaboración de plomo en sus cuatro variedades: barras, planchas, tubos y perdigones. Éstos últimos eran obtenidos a partir de plomo derretido, que se dejaba caer hasta una pequeña balsa de agua situada en la base de la torre desde una altura de 44 metros. Bajo de la torre se hayan unos refugios de la Guerra Civil aprovechando las conexiones subterráneas de la fundición.


La situación alejada de la torre del humo tenía por objeto evitar que los trabajadores inhalaran las partículas de metal del humo de los hornos que, al expandirse por el aire, provocaban la enfermedad conocida como “emplomamiento”.



Fábrica azucarera

La fábrica de la Azucarera, uno de los monumentos más relevantes de Adra, ha sido el último vestigio del cultivo y transformación de la caña de azúcar en la vega abderitana, ya que ha sido acertadamente rehabilitada para su conservación y puesta en valor, no ya para mantener vivo un pasado de esplendor económico para la ciudad y sus habitantes, que también lo es, sino para uso y disfrute de sus instalaciones a la vez que se le da vida a unas históricas instalaciones.



La industria del azúcar ha supuesto en Adra un gran impulso para su economía, desde mediados del s. XVI y sobre todo en los siglos XIX y XX. Diversos ingenios y fábricas han desarrollado su labor productora y transformadora en distintos puntos estratégicos de la localidad. En 1909 se creó la sociedad "Azucarera de Adra", que empezó a funcionar en 1910; pero el cambio que paulatinamente se iba gestando en el sector agrícola y la caída de precios de la caña de azúcar causaron un descenso de la producción azucarera. En 1972 la última fábrica azucarera abderitana cerraba sus puertas definitivamente.


La maquinaria y aparatos de esta fábrica fueron trasladados a una azucarera de Badajoz. El deterioro de las construcciones en los años setenta y ochenta era más que evidente ya que durante el mes de enero de 1986 la techumbre de la nave central (las tachas) se derrumbó, cayendo parte de la fachada principal.

El 11 de agosto de 2003 se llevó a cabo el proyecto de creación de la Escuela Taller “José Oliva IV”. La aprobación del Proyecto de Escuela Taller por la Corporación Municipal de Adra suponía restaurar y rehabilitar como centro de empresas la Alcoholera de la antigua Sociedad Azucarera de Adra S. A.


En el año 2009, la Alcoholera, restaurada y rehabilitada, se convierte en centro empresarial; además, la Escuela Taller “José Oliva IV” lleva a cabo una restauración de los edificios que permanecían aún en pie en la antigua fábrica de azúcar (chimeneas, almacenes, talleres, etc.). La restauración y rehabilitación de la fábrica de azúcar y la alcoholera de Adra es un ejemplo de conservación y búsqueda de una nueva utilidad a esta arquitectura del azúcar, .ya que actualmente alberga el vivero municipal de empresas en el que están ubicados la Bodega de Brandy y el jardín de las culturas mediterráneas.



Molino del lugar

Conocido como Molino de la Villa, de Montecristo y, finalmente, del Lugar, por el pago donde se ubica, estuvo situado inicialmente al pie oriental del cerro de Montecristo, junto al antiguo cauce del río. Propiedad de doña Mª Teresa Gnecco Costa en 1752, el Catastro de Enseñada indica que “molía con una piedra y agua del río de esta villa”. Una década más tarde sufrió los efectos de una riada. Otra lo destruyó a inicios del s. XIX.



Por ello, don Agustín Moreno Beltrán-Serraso, regidor perpetuo de Motril, y su esposa, doña Manuela del Trell Gnecco, decidieron construir el actual molino a resguardo de las inundaciones. Se empezó a edificar en 1814, pero un conflicto judicial con don Pedro Ángel del Trell complicó su conclusión. En 1815, éste demandó a su hermana a fin de que reconociera que, tanto la acequia como el arco por el que discurrían las aguas que alimentaban el molino, se habían construido sobre terrenos de su propiedad. Finalmente, en 1817 llegaron a una transacción amistosa y don Pedro Ángel permitía que el agua pasase al molino recién construido.


Presenta tres cubos, y las balsas descubiertas frente a su portada demuestran que molió trigo en abundancia. Antes de cerrarse (en la década de los setenta del pasado siglo), funcionaba con energía eléctrica y molía casi exclusivamente maíz. Los herederos de la última molinera, Dolores Ruiz Guillén, lo vendieron al Ayuntamiento de Adra.



Rehabilitado por la Escuela Taller José Oliva V, alberga la sección etnográfica del Museo de Adra. En las estancias superiores se desarrolla el Ciclo del Cereal, mientras que en la planta baja se muestran distintos oficios tradicionales, entre los que destaca la talabartería.


En su huerto-jardín crecen algarrobos, cuya madera se utilizaba para fabricar algunas de las piezas del molino, los tropicales “plátanos del país” y cañas de azúcar, cuyo cultivo fue el más importante de la Vega de Adra desde finales del s. XVI hasta mediados del XX.



Plaza de la Puerta del Mar

Esta plaza recibe su nombre del acceso principal con que contaba el recinto amurallado de Adra, construido en la primera mitad del s. XVI con fines defensivos. Para impedir que fuera batida por la artillería desde el mar, había en este lugar un revellín o muro bajo saliente. De él arrancaba la calle Real, que desembocaba en la iglesia parroquial.



Con la finalidad piadosa de proteger la población de invasiones y epidemias, sobre la bóveda de esta puerta existió una tribuna, denominada también capilla, ermita y oratorio público, que acogía una imagen mariana, la Virgen del Pópulo, que ya en 1620 llamaban “de la mar”. A finales del s. XVII y comienzos del siguiente se constituyeron varias capellanías en esta tribuna para que se pudiera asistir a misa desde la calle, “porque mucha gente pobre se quedaba sin oírla todos los domingos, por no estar decentes para ir a la Iglesia”.



En 1753 se constituyó la Cofradía de Nuestra Señora del Mar, integrada por gentes de marina y pescadores, que asumían la obligación de dar para su culto la “parte” correspondiente a un marinero por cada barca de jábega, y celebraban su festividad, el 8 de septiembre, con fuegos y procesión extramuros.


Un informe del Ayuntamiento, fechado en 1833, recoge que el mar se había retirado a bastante distancia, “quedando fuera del alcance del tiro de cañón los buques que se arriman a la costa” y, a comienzos de 1839, la Capitanía General de Granada autoriza el derribo de este lienzo de muralla. En mayo de dicho año, la Virgen del Mar fue trasladada a la iglesia y, aunque el gremio de mareantes trató de devolverla a su tribuna, no pudo hacerlo al ser derribada la Puerta del Mar. Aunque no desapareció totalmente: en el ángulo NO de la plaza, oculto entre el caserío, aún se conserva un torreón.


La plaza adquirió su configuración definitiva en 1884, tras la compra de varios solares, y está delimitada en su flanco meridional por la principal arteria de Adra, la Carrera de Natalio Rivas. Desde 1937 la preside el edificio del Ayuntamiento, que con anterioridad se ubicaba en la Plaza Vieja.



Plaza Vieja

Denominada oficialmente desde 1930 Plaza del Maestro Ángel Ortiz de Villajos Cano, en homenaje al ilustre compositor nacido en una de las casas que la rodean, renovador de la música andaluza y uno de los introductores del charlestón en España, este espacio público es resultado de la unión de dos pequeñas plazas -la de la Villa, intramuros, y la de las Casas Consistoriales, contiguas y separadas por la muralla de la Puerta Alta, también llamada Puerta del Campo o de Tierra. En 1865, ambas se unieron para formar una sola, gracias al derribo de unas casas adosadas a la muralla. Todavía se puede contemplar parte de ésta en el patio del Centro de Día de Personas Mayores, levantado sobre el solar del antiguo Ayuntamiento.



Tras la concesión por la reina Isabel II, en 1853, de la feria de septiembre, y con vistas a la colocación de puestos de feriantes, se inició la ampliación de la plaza con la construcción de un muro a expensas de Miguel Chacón y Durán, que recibió el título de conde de Chacón en 1870, cuya vivienda se encontraba en las inmediaciones. En 1890, a causa de las filtraciones de agua, este muro se desplomó. Su reconstrucción, finalizada en 1895, se hizo de acuerdo con un proyecto del ingeniero abderitano Emilio Gómez Fernández de Píñar.


Entre los siglos XVI y XIX, el poder civil, militar y religioso se manifestaba en este espacio por medio de la arquitectura: casa del cabildo, castillo y ermita de Santa Lucía, respectivamente. También fue plaza del mercado y de la pescadería hasta que, a mediados del s. XX, éstos se instalaron en su actual emplazamiento.


Escenario de manifestaciones religiosas, todas las primaveras la imagen de San Marcos, patrón de los labradores abderitanos, cuya festividad está declara de Interés Turístico Andaluz, bendice la Vega de Adra desde su mirador.



Arquitectura señorial

Viviendas señoriales

Durante el Antiguo Régimen, la riqueza económica que alcanzaron algunas familias abderitanas con título de hidalguía tuvo plasmación arquitectónica en sus viviendas. Todas tenían casa dentro del recinto amurallado, pero, a lo largo del s. XVIII, conforme el Barrio Nuevo fue consolidándose, muchas construyeron extramuros nueva residencia.

En nuestra comarca, la casa señorial se diferencia de la popular por un mayor espacio edificado, por el uso de tejado y, sobre todo, por una distribución de las estancias alrededor de un patio central porticado con columnas, al que se accede mediante un zaguán desde el exterior.


En el entorno de la plaza de San Sebastián, por entonces cruce de caminos situado en el límite del espacio urbano, los Gnecco, una poderosa familia de comerciantes y propietarios de origen genovés que se asentó en Adra en 1717, construyeron dos “casas principales”. La situada en la Rambla del Zarzal, mandada levantar por doña Mª Teresa Gnecco Costa antes de 1744, fue conocida como “la casa de los tres balcones”. En su fachada destaca un prominente alero de canecillos de madera, de clara influencia granadina.



La otra, popularmente llamada “Casa de Doña Blanca”, perdió su tejado en el pasado siglo y, al igual que la anterior, ostenta sobre su puerta la heráldica familiar, en un deseo de exteriorizar el ascenso social. Tras un largo pleito con el concejo de Adra, que se negaba a reconocer su condición, en 1775 obtuvieron carta ejecutoria de hidalguía.


Al inicio de la calle Estrella, que en la Edad Moderna fue vía muy concurrida entre la Puerta Alta y la Ermita de las Ánimas, encontramos la casa del marqués de Valdecañas. En las últimas décadas del s. XIX fue morada en Adra de este noble malagueño, tras casar con doña Matilde Álvarez Moya, heredera del I Conde de Chacón. Muy transformados su patio y fachada, conserva la caja de escalera, cubierta por una bella cúpula sobre pechinas que confiere a este espacio un carácter religioso.

Restos y yacimientos arqueológicos

Yacimiento arqueológico “Cerro de Montecristo”

El yacimiento arqueológico “Cerro de Montecristo” está incoado como Bien de Interés Cultural, máxima figura de protección contemplada en la Ley de Patrimonio Histórico Andaluz. Es una elevación natural de 49,38 metros de altitud sobre el nivel del mar, donde se asentó la población de Abdera.


Numerosas reseñas literarias de la antigüedad hacen alusión a ella: Estrabón menciona Abdera cuando realiza la descripción de la costa sur del Mediterráneo, aclarando que se trata de una fundación fenicia, al igual que Sexi (Almuñécar). Del mismo modo, P. Mela y Plinto se refieren a Abdera, junto con otras ciudades de la costa sur peninsular.



Se han realizado diferentes intervenciones arqueológicas en el Cerro de Montecristo desde el siglo XVIII. En el transcurso de la dirigida por el arqueólogo Fernández Miranda, en el año 1970, vieron la luz estructuras de casas de época púnica, cuya cronología se aproximaba al siglo IV a. C, así como materiales y restos de la época republicana romana, altoimperial y bajoimperial, fundamentalmente de balsas de salazón.


En el año 1986 una nueva excavación arqueológica puso de manifiesto el potencial arqueológico del yacimiento, y en ella se documentó una fase más antigua, de ocupación fenicia.

Elementos populares y vernáculos



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